8/1/13

Miraba a esa geisha sentada hacia la ventana, sus ojos en el horizonte, lejanos, yo podía ser ella, mirando un futuro incierto, corriendo por dentro pero sin embargo quieta, esperando...esperando que el dolor la abrase, mirando el amor que se aleja, sosteniendo su soledad en un gesto, abrazando la quietud, miraba a esa geisha y ahí me veía yo, sentada con mi cuerpo cubierto de largas ropas, un cuerpo tocado por muchos hombres, mis manos envejecidas de tanto amar, esa geisha había regalado su amor por las noches y ahora no era dueña ni de su cuerpo, solo del vacío, un vacío que la contemplaba, que contemplaba su cuerpo inerte en la silla, ella me miraba como si me entendiera, como si desde su solitario lugar con su triste mirada me dijera que me comprendía, que comprendía mi dolor, que eramos dos mujeres desangradas, atadas a una quietud destructora, a una soledad insostenible, ella me miraba, con sus manos doloridas y con su sexo oculto, un sexo que ya no quería mostrar por que había sido robado demasiadas veces, miraba a esa geisha por que en su reflejo me veía a mi misma, ella me abrazaba, me contemplaba y juntas curábamos nuestras heridas, bañábamos nuestros cuerpos, limpiándonos del desamor, que por tantas noches recogimos.




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