La carne, otra vez, la maloliente
carne, en estado vegetativo, yacía quieta en la sucia cama de un hotel, de
fondo una luz roja; miles de parejas entran y salen, los que esperan a entrar,
impacientes, ardiendo; los que salen, satisfechos, pacientes. No hay tiempo
para el vacío post-coito, todo es rápido, efímero, números, habitación 20. La
carne fresca, mas fresca que otras veces, sangrante, negada, se retuerce, se
esconde; el otro ser la manipula, la envuelve, la excita de a poco, goza, le
murmura y la toca, no deja de tocarla, ella sigue retorciéndose, se niega, y
luego…al final, cede, regala su sexo sangrante, se entrega al dolor, al auto-mutilamiento,
grita, el otro ser se excita con la sangre, parece incluso que le diera placer
verla sufrir, moja sus dedos en la carne y chupa su sangre hasta ahogar su saliva
en ella, humedece su pene y la penetra, como una vaca muerta, en estado de agonía,
ella yace, dejándose penetrar, ya no se niega, a cedido al placer. El dolor de
aquella herida por la que hoy sangra se abre mas, no cura, le duele, arde, se excita,
goza y llora. Habitación 20, luz roja, la sangre desparramada sobre la cama,
polvo blanco entrando por su nariz, su piel manchada de aquel liquido rojo
espeso, sus pupilas grandes, abiertas, la carne, húmeda, maloliente. Habitación
20, sale una pareja, otra entra, alguien limpia el lugar, la sangre no deja
rastros, la herida le duele, su cuerpo pesa, su mente estalla, muerta, el otro
ser babea insatisfecho, con sangre en sus manos y con sus pupilas dilatadas la
mira, se aleja y se va.
Candela.