Mientras espero en la sala iluminada llena de
cubiculos pequeños que contienen camillas, unas mujeres con mamelucos entran y
salen de dichos cubiculos; adentro se encuentran otras mujeres a quienes vi
sentadas hace un rato a mi lado, a la espera. Se escuchan quejidos, tirones, al
pasar unos minutos la mujer que había entrado cabizbaja sale sonriente, no era
una sonrisa natural, algo me hizo dudar.
El reloj iba cada vez mas lento, yo a la espero,
ansiosa de develar lo que se escondía detrás de las blancas cortinas, de fondo,
una radio eclesiástica; “hoy se empieza a tratar el tema del aborto en el
congreso” comenta una de las locutoras, quienes comparan el aborto con la fecha
de San la muerte, expresan su repudio a la libertad del cuerpo de la mujer y
buscan convences a los oyentes citando a dios. De repente me percate de algo,
las mujeres con mameluco llevaban colgadas collares con cruces plateadas que resplandecían
en su cuello.
Llego mi turno, la mujer abrió la cortina y me hizo
pasar, su sonrisa era tan amigable que me provocaba escalofríos, cerró la
cortina y antes de irse dijo: “cambiese”; no sabia que iba a suceder, solo
atine a seguir el curso de los hechos y me desvestí. Unos minutos después ella
vuelve a traspasar las cortinas, en sus manos llevaba un tarro de acero con un
liquido caliente, en la otra mano un gran palillo; me hizo acostar en la
camilla, desnuda, yo solo cerré los ojos, no sabia que podía suceder…Comencé a
sentir como esparcía el liquido caliente por todo mi cuerpos, embadurnándome,
como quien pone una salsa a un pedazo de carne, el liquido me quemaba por un
rato, decidí abrir los ojos, pude ver a aquella mujer sonriente colocando el
liquido que llevaba entre sus manos por todo mi cuerpo, la cruz de su cuello
brillaba mientras tarareaba una canción religiosa que veneraba a Dios. Entonces,
comenzó a tironear el liquido seco que cubría mi cuerpo, me estremecí, de un
solo golpe tiro de aquella especie de capa ahora fría, mi piel se erizo; la
mujer que me manipulaba estaba feliz cantaba cada vez mas fuerte, yo ya no podio
hacer nada, acostado ahí sometiéndome al dolor, sin negarme, inmóvil. La mujer
sale del cubiculo, lleva sus elementos y solo me dice “ya esta”.Me quede en la camilla
unos segundos, no supe que hacer, pero advertí que a mi espalda se encontraba
un espejo, tenia miedo de mirarme, sospechaba que algo podría haber cambiado en
mi, me enfrente con mi reflejo, con mi yo, quien ya no era yo sino otra mujer
que me miraba sonriente, con una sonrisa plástica, artificial, mi piel se había
transformado parecía plastificada, me recordaba a las muñecas con las que solía
jugar de niña. Agarre mis cosas, me vestí y atravesé las blancas cortinas para
salir de aquel cubiculo que me aprisionaba, escape lo mas rápido que pude, ya
era tarde…
Candelaria Spicogna